4 de junio del 2004
Nunca olvidó amanecer con sábanas limpias y perfumadas cada día de su cumpleaños, porque ella sabía que a él le gustaba disfrutar el olor. Era esa una manera muy suya de halagarlo.
Hoy él no está, pero ella cambiará las sábanas, tiene la seguridad de que el olor le llegará hasta Lompoc, California, donde las injusticias de este mundo lo mantienen preso por ser luchador contra el terrorismo, mientras los reales terroristas andan sueltos.
Hoy también le echará abundante agua al platiceryum o helecho cuerno de arce que ambos sembraron un septiembre, hace de eso 13 años. "El hijito lo trajimos de Topes de Collantes y cabía en la palma de mi mano", recuerda ella mientras repasa con sus ojos la planta, ahora vigorosa y fuerte, al punto que, quizás, ni la reconozca cuando regrese. "Para nosotros es muy especial, igual que una mata de orquídeas que tenemos", dice siguiendo el hilo de sus pensamientos.
"No germinaba y él me aconsejó moverla de sitio, pero no me dio una flor hasta que Gerardo y yo logramos comunicarnos la primera vez después que cayó preso".
Adriana Pérez dialoga con Juventud Rebelde. Su voz es pausada, su mirada tierna y la sonrisa ilumina un rostro que supera las adversidades.
Habla de "su gran amor". Confiesa con sencillez que no desearía que los compararan con grandes amores célebres, pues "yo prefiero que la gente nos vea como dos seres comunes y corrientes, que unieron sus vidas con el hermoso privilegio de ser desde un inicio el uno para el otro".
—¿Qué preferías para sus días de cumpleaños?
—No había una cosa específica, lo vivíamos, sencillamente, como algo especial. Por lo general nos reuníamos con los amigos más cercanos y eso era suficiente para pasarlo felices. Tratábamos de regalarnos aquello que nos hiciera falta o que pudiésemos compartir los dos. No obstante, yo solía regalarle camisas, intercambiar libros, cosas así.
"Para Gerardo no ha existido nunca una cosa que sea única. No se puede decir que su inclinación sea por algo determinado. Yo pienso que si alguna predilección tiene es por la pelota o cuando le preguntan, que dice que es fanático y obsesivo a mí.
"Una cualidad de Gerardo es que siempre trata de hallarles la virtud a las cosas que tiene e intenta darles su justa magnitud en cada momento. Nunca esperes de él lo mismo, ni de la misma manera, ni las cosas por costumbre, es muy difícil, y es eso lo que hemos conservado, ninguno de los dos es amigo de la rutina".
—¿Actúan así para sobrellevar esta dolorosa situación?
—No solo por sobrellevar, sino que es la manera de estar presente en cada decisión, en cada instante. Lo otro es para acortar la distancia. Actualmente hemos logrado llevar nuestras vidas como si estuviéramos compartiéndolas juntos.
—¿Cuántos años hace que Adriana y Gerardo no se ven?
—Seis años. Tiempo en el que uno madura más, se enfrenta a nuevas situaciones tanto de trabajo como personales, y sientes que necesitas compartir todo eso con la persona que tú quieres, algo que siempre hacíamos. Jamás dejamos de intercambiar decisiones, criterios, y aun hoy, en las condiciones en que llevamos nuestro matrimonio, es así, por carta o por teléfono; es difícil, pero lo hacemos.
—Seis años sin verse y se repite la historia de que te niegan la visa para ir a visitarlo.
—Es la cuarta vez que me la niegan. Por este año 2004 ya no tengo oportunidad de volver a pedir visa. Ya Olga y yo, que somos las que estamos privadas de ir, hicimos la solicitud correspondiente, efectuamos el trámite que se nos imponía como a cualquier otro ciudadano.
—Pero, ¿realmente fueron tratadas como cualquier ciudadano que desee viajar a Estados Unidos?
—Bueno, esa decisión se tomó con Olga y conmigo en diciembre de 2003. Nosotras empezamos los trámites a inicios de este año y nos presentamos igual que todo el mundo: realizamos la solicitud de visa por teléfono, hicimos la cola allí en la Oficina de Intereses, fuimos a la entrevista...
"Sin embargo, ahora viene la gran paradoja, porque mientras otros ciudadanos saben en el mismo momento de su entrevista si son denegados o no, con nosotras se demoraron dos meses para repetirnos el no, con los mismos falsos argumentos de las veces anteriores.
"Nosotras cumplimos en presentarnos como personas ‘normales’, pero hubo una diferencia en el tratamiento que se nos dio.
—¿Cómo es posible que alguien llegue a pensar que puedas ser un peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos?
—Las personas que nos niegan hoy el derecho de encontrarnos hacen caso omiso a esa necesidad que tenemos Gerardo y yo de vernos, de tocarnos.
"Yo nunca podré ser un peligro ni para la seguridad de Estados Unidos ni para la de ningún lugar; primero, porque lo único que me ha movido son los sentimientos llenos de amor para cualquiera de las cosas que he hecho, mucho más para las que están relacionadas con Gerardo.
"Sería ilógico y difícil de creer que se me permita viajar a ese país para visitar a mi esposo y que mi intención no sea humanitaria, eso solo cabe en la cabeza de quienes se empeñan en castigarnos.
"Gerardo tiene dos cadenas perpetuas por la injusta condena, que le impusieron el 12 de diciembre de 2001, pero nos sentenciaron a otra cadena perpetua más cuando empezaron a negarme a mí la posibilidad de verlo.
"Cuando en 2002 fui detenida en Houston durante 11 horas y él me esperaba al día siguiente, no quieras imaginar cómo me sentí, eso fue también una sanción. Era como si le echaran en cara: "la tenemos aquí, podemos hacer con ella lo que nosotros deseemos y al final no la vas a ver".
"Pero a su vez me están condenando a mí, que ni siquiera tengo cargos federales, ni ningún proceso abierto en Estados Unidos.
"Yo pienso que el mayor miedo del gobierno norteamericano ha sido al amor que Gerardo y yo nos profesamos mutuamente. Por supuesto, lo que se hace movido por tal sentimiento implica romper todas las fronteras y obstáculos.
"Pero también yo soy parte de ese problema, yo soy la voz que a él le han estado silenciando, esa que batalla por llevar todo el reclamo de justicia a cualquier lugar del mundo, incluido Estados Unidos. Por eso no tienen otra alternativa que acusarme a mí y a Olga de ser ‘terroristas’, un ‘peligro’ para la seguridad nacional".
—Sobre el nuevo anuncio por los Cinco y el muro de silencio.
—Al gobierno de EE.UU. no le es conveniente que se divulgue la verdad sobre esos hombres, luchadores contra el terrorismo, que hoy están presos, pues eso contradice toda la campaña que ese propio gobierno ha hecho.
"Llevamos tres años luchando porque esa verdad se sepa, en particular dentro del pueblo norteamericano, que está muy mal informado y manipulado.
"Costó mucho trabajo lograr el primer anuncio, en el New York Times; pienso que el que saldrá en el Diario La Prensa será un poco más fácil. La denuncia es muy importante para movilizar conciencias".
—¿Has tenido la posibilidad de hablar con Gerardo recientemente?
—La comunicación entre nosotros es muy limitada, pero esos pequeños momentos los aprovechamos. El ánimo sigue arriba. Su salud la intenta conservar bien, pero hay algo que le preocupa y es lo de las cartas.
"Le duele no poder responder a los cientos y cientos de personas que le escriben, no solo a él, sino también a Antonio, Ramón, Fernando y René. Ellos piden que tengan paciencia y quieren que todos los que les escriben sepan que tienen un lugarcito en el corazón de los Cinco, ya que cada letra recibida constituye un motivo de aliento, un sustento en las difíciles condiciones de la cárcel.
"Y pienso que esa energía positiva tendrá que vencer en esta lucha por liberarlos. Ya los Cinco pertenecen a todo el pueblo de Cuba. Eso lo saben y los sustenta, y sienten una deuda de gratitud con todos los cubanos que los admiran, a quienes no defraudarán.
"Piden disculpas si no devuelven una letra inmediata a una correspondencia, pero sí hay una respuesta desde la posición en que están y con la actitud que han mantenido".
—¿Qué les dirías a las personas obcecadas que impiden la posibilidad de que Adriana y Gerardo se encuentren?
—Que van a aumentar nuestro amor. Todo lo que han hecho ha implicado que este amor mutuo sea más fuerte, quizás obtuvieron el resultado contrario a lo que esperaban, que era haber debilitado al hombre, a la mujer, haber debilitado a la pareja, haber quitado fuerzas y ha sido a la inversa, y no porque nosotros nos lo hayamos propuesto, sino porque la necesidad que tenemos de encontrarnos nos ha permitido seguir soñando mucho más y continuar esperanzados en nuestro encuentro".
—Volviendo unos años atrás, a la Adriana más joven que esperaba una guagua cuando un muchacho se le acercó y le regaló un poema. ¿Te arrepientes tú de haber conocido a Gerardo?
—Eso nunca. Jamás me arrepentiré de haberlo conocido y haberme casado con él y dedicarle todos estos años. Dedicación mutua, fruto de un gran amor, sin dudas, sin ese soporte no hubiésemos podido resistir tanta lejanía, tanta distancia, tantas limitaciones y presiones.
"Hoy no podré verlo físicamente, pero lo tengo junto a mí cada día de mi vida, moviéndose alrededor mío, bañándose, comiendo, durmiendo, discutiendo un problema conmigo, halagando, tocando una planta...
"He pasado por algún sitio y me he imaginado de su brazo y me he quedado parada en cualquier calle recordando los besos que me daba.
"Nuestro amor se nutre diariamente, se alimenta de detalles. En el período que disfrutamos juntos, por ejemplo, él me regalaba flores y yo le regalaba una buena comida, él me obsequiaba un poema y yo le dejaba un mensaje en el espejo...
—¿Qué mensaje le pondrías hoy en el espejo?
—Uno que salga de aquí (y señala el sitio donde está su corazón).
Tomado de www.jrebelde.cubaweb.cu
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