jueves, 8 de diciembre de 2011

Cada hombre hace destino. 2007

16/10/2007
Entrevista Antonio Guerrero (hijo) en ocasión del cumpleaños 49 años de su padre, preso – junto a sus cuatro hermanos– en Estados Unidos por luchar contra el terrorismo. Pese a la separación que le ha impuesto la vida, Tonito afirma que nunca le ha faltado el cariño de su padre. Foto: Eddy Martin

“Para mí sería una gran satisfacción visitar a mi padre un 16 de octubre; es un día muy especial, porque también es el cumpleaños de Gabriel Eduardo, mi hermano menor, que vive en Panamá. Ojalá ese sueño se haga realidad, esa es nuestra esperanza”.
Antonio Guerrero Cabrera, el hijo que ya tiene 22 años y sobrepasa el tamaño de su padre, cursa el cuarto año de la carrera en la Universidad de las Ciencias Informáticas, tiene formalizadas las relaciones con su novia, y a veces se pone “pequeñito” cuando habla de Tony Guerrero.
“Quisiera trasmitirle mi cariño, sobre todo ahora que está detrás de rejas cumpliendo una injusta condena. Lo que más puedo hacer es entregarle los mejores resultados como estudiante; en mis quehaceres cotidianos, seguir su ejemplo; y darle el amor que un padre como él se merece.
“Es una lástima que no pueda ser personalmente, quisiera que me hubieran otorgado una visa para estar junto a él, y no tener que felicitarlo a través de un teléfono. Y lo haré hoy, porque mi padre llama un día antes, por si acaso sucede algún problema en la prisión; si podemos se las reiteraremos mañana. Aprovecho siempre esos días para trasmitirle las felicitaciones en nombre de mi hermano, que no lo ve desde hace muchos años, para que tenga ese aliento, ¡en un hijo van dos!”
¿Cuál fue el último cumpleaños que pasaron juntos?
“Cuando era muy pequeño; antes de él partir hacia el extranjero compartimos algunos cumpleaños. Fueron momentos muy felices y agradables para mí”.
¿Te comunicas con tu hermano?
“A través de llamadas telefónicas y del correo electrónico. Mi hermano también visita La Habana en su etapa de vacaciones con su familia. Estamos enlazados”.
¿Qué tiempo viviste con tu padre?
“Hasta los 6 años. He pasado la mayor parte de mi vida sin su compañía, pero aun en la distancia él ha sabido llevar esta comunicación padre-hijo, nunca me ha faltado. Lo tengo a mi lado en los momentos que más lo necesito, en las buenas y en las malas. Eso es algo que nunca podré olvidar”.
¿Recuerdas la etapa que vivieron juntos en Santiago?
“Lo vi siempre laborioso, cumplidor, pensaba mucho en su trabajo y en su familia; es un hombre muy revolucionario. Mi madre me cuenta que llegaba en horas de la madrugada, lleno de polvo, porque venía de las obras que se ejecutaban en el aeropuerto Antonio Maceo.
“Yo era pequeño y no recuerdo exactamente esos momentos y a altas horas de la noche estaba en el quinto sueño. Hubo noches en que me despertaba, lo veía. Vivía en las reuniones, ponía su empeño en todo, por eso muchas personas no olvidan quién es Antonio Guerrero, y les costó trabajo pensar que hubiese desertado, que fuese un traidor.
“Cada hombre hace su destino; las personas no pudieron predecir lo que sucedería, pero siempre tuvieron fe en Antonio Guerrero”.
Los mejores momentos…
“Los que compartí junto a él cuando estuvo de visita acá en el año 1997, yo estaba mayorcito, lo recuerdo con mayor solidez. Era mi graduación de sexto grado. Fuimos a Santiago, luego vinimos a La Habana. Fue extraordinario compartir con él después de tanto tiempo sin vernos.
“Cuando era pequeño y hablábamos por teléfono, le decía: ‘Yo lo único que quisiera es abrazarte y darte un beso’, e invariablemente respondía: ‘no te preocupes, que está cercano ese día’. Cuando al fin llegó, me preguntó: ‘¿Tú no querías darme un beso? ¡Ahora sí me tienes, sigue abrazándome y dándome besos, cáeme encima, dame golpes, revuélcate conmigo en la cama’!
“Durante los días que me gradué de sexto grado fuimos a la Gran Piedra. Fue emocionante: subimos muchos kilómetros a pie y terminamos montándonos en una pipa, no teníamos mapa ni nada que nos orientara y ya no podíamos más. Lo único que hacía era reírme, y finalmente allá arriba le dije: ¡ahora vamos a cantar, di algo, no ves que acabamos de llegar!
“La estancia en La Habana fue especial, porque nos juntamos toda la familia, hicimos excursiones, paseamos por muchos lugares. Era como un sueño hecho realidad, y comprendíamos que cuando se fuera no sabríamos en qué momento podría regresar. El regreso de mi padre siempre fue una incertidumbre.
“Después de apresado, el 12 de septiembre de 1998, la comunicación y los encuentros se han vuelto más lejanos”.
Define el carácter de tu padre
“Mi padre tiene un paquete de cualidades bellas, tiene de poeta y de loco, de humorista, y es muy cariñoso. Cuando íbamos a la playa lo mismo estaba para la vaciladera, que en la jarana; era muy fiestero. Le gustaba bailar, jugar”.
¿Baila bien?
“Sí, creo que si se lo propone hasta podría dar clases de baile en la prisión. En el cumpleaños 80 de una pariente nuestra, él dirigió el trencito, las coreografías, era el anfitrión y el que más se divertía.
“De pequeño, siempre que tenía un espacio libre me llevaba al parque; yo era supermalcriado, formaba pataletas terribles. Él lidiaba mejor conmigo que mi mamá, sabía calmarme”.
¿Recuerdas el último día que lo viste?
“Lo despedimos en el aeropuerto, hubo lágrimas; le preguntábamos cuándo regresaba, qué planes tenía para volver. Hicimos una lista con las cosas que íbamos a hacer cuando volviera, pero él no regresó. Todavía la lista existe, la tengo porque estoy confiado en que algún día la vamos a cumplir.
“No sé si él tenga la misma fuerza de antes para hacer todo lo planificado, pero algo se le podrá sacar. La lista tiene más de nueve años, ¡imaginan lo larga que está!
“Sobre todo le hace falta ir a la playa. Cada vez que lo visito —pese a la vigilancia de los guardias y tratando de no violar las restricciones de la prisión—, logro levantarle el pantalón y le digo: ‘estás en llamas, estás malo, tienes que coger sol’, pero él sabe que todo cuanto venga de mí es para reírnos y pasarla lo mejor posible. Cuando regrese lo primero que vamos a hacer es irnos para un río, una playa o coger sol en la azotea. Está muy blanco”.
¿De qué hablan en la prisión?
“De las actividades en la escuela, de los problemas en la docencia, de mi preparación física; de los planes para visitar Santiago. Hablamos mucho de las relaciones de parejas, los amigos, cuentos que le hacen recordar algunos momentos. Eso lo hace reír”.
¿Te aconseja sobre cómo enfrentar la vida?
“También hay consejos, momentos serios. Siempre me ha dicho que hay que saber elegir, dime con quién andas y te diré quién eres. Que no todas las muchachitas son iguales, que las relaciones serias perduran más.
“Me hace historias de cuando él tenía mi edad, sobre sus relaciones, de sus estudios en Ucrania. Me pone el ejemplo de su amigo Manuel, que empezó por un simple noviazgo y terminó casándose y cambiando su destino; se casó con una ucraniana y se quedó a vivir en ese país. Me contó que allá conoció a mi mamá, que todo empezó normal y se convirtió en una relación muy seria; ‘¡mira a donde fui a parar, yo que iba para La Habana fui a Santiago y allí naciste tú, caballo!’”
¿Cuánto ha contribuido tu mamá a mantener vivos los valores de tu padre?
“Mucho diría yo. En cada charla de mi mamá está presente mi papá. Ni siquiera en el momento en que se fue del país, sin saber ella la razón, me habló mal de él; ella sabía quién era realmente Tony.
“Se comunicaban por cartas, y en aquellos tiempos donde todos convivíamos en una misma casa, mi mamá ponía horarios cuando él llamaba, y había que respetarlos. Yo mantuve relaciones con mi padre por ella, y nunca permitió que tuviera frustraciones en esta relación. Fue un gran impacto escuchar la noticia en la Tribuna Abierta del Cotorro. Nunca pensé que esto estuviera sucediendo”.
¿No conociste los hechos en 1998, cuando el encarcelamiento?
“No. Lo supe una semana antes de aquella Tribuna Abierta en el 2000, a través de mi madre, quien lo sabía desde 1999, pero no me dijo nada; yo era muy joven y decidió mantener ese secreto. Entonces, cogía el teléfono para evitar que lo hiciera yo y supiera que era de la prisión, pero la última llamada fue triste para ella: había vicio con los video-juegos por todo el barrio y aproveché la ocasión para pedirle un Play Station. Él me dijo, ‘bueno, vamos a ver qué posibilidades hay’.
“Esto es doloroso, pero fue así: yo tenía el brillo en los ojos del cabrón video-juego y le aseguré: Ahora sí me lo trae.Ella lloró toda la noche y al otro me soltó lo que pasaba.
“Dio gracias a la labor que estaba haciendo mi padre, a favor del pueblo cubano. Dijo que el cielo se le alumbró cuando vino un compañero de la Seguridad a conversar conmigo sobre el tema. Ese hombre me explicó la labor que desarrollaba mi padre. Realmente no entendía nada, si era así, ¿por qué estaba preso? ”
¿Cómo fue la primera vez que lo viste en la cárcel?
“Fue emocionante, después de todos esos chequeos, no me hallaba… Es duro verlo salir con esa ropa azul. ¡Qué cosas tiene la vida, que un hombre como Tony esté preso! Salió contento por aquella puerta y eso me fortaleció, yo estaba a punto de llorar. En ese momento, él me haló la oreja y me dijo: ¿qué pasa, campeón?”
Esta entrevista fue realizada de conjunto con la periodista Ana Margarita González.

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