Elizabeth Palmeiro asumió el nacimiento de sus dos hijas por voluntad y las enlazó indisolublemente con la hermana mayor. Sin remordimientos, evoca sus compromisos con Ramón Labañino, esos que la llevan a suplir la imprescindible presencia del padre. Estas razones le han hecho protagonista de una maternidad triplicada.“Ramón me había planteado en varias cartas su intención de tener otro hijo, un varón, porque tenía dos hembras. Yo al principio no quería, le dije ’pero si tú no puedes atender a Laura cómo voy a volver a parir, quieres que me vuelva loca’. Por último le mandé una carta y le pedí que la leyera detenidamente, ahí le daba las razones de mi negativa, cosas muy personales, muy íntimas.
“En uno de sus viajes a Cuba volvimos a hablar del tema. Estaba también mi cuestionamiento sobre qué y hasta cuándo era ese trabajo que yo desconocía, apenas recibía cartas, no llamaba. Una vez decidió darme algunos detalles y no me hizo falta saber más. Cambié de opinión de la noche a la mañana. Se mantenían las mismas condiciones, pero sólo imaginar lo que él hacía me hizo olvidar todo. A su regreso, quedé embarazada. Mi suegra y mi mamá dijeron: ‘pobrecita, se acabó de volver loca’.”
¿Ramón sigue pensando en el varón?
“Cuando cumplí 39 años le saqué esa idea de la cabeza. Incluso, escribió una carta anticipada a su pequeñuelo, le iba a poner Ernesto. Pero creo que si llega a venir antes… Es una cosa difícil de explicar, no es que te convenza, que te dé la razón y tú se la des a él, siento la necesidad de complacerlo, porque él está sacrificando algo más grande que yo, y lo menos que puedo hacer es asumir, él no está físicamente, pero participa en todo”.
¿Cómo se llevan las tres hermanas?
“Desde que Laura nació, me di a la tarea de visitar a Ailí, la hija mayor, la traía a casa un fin de semana o durante el receso escolar, de acuerdo con su mamá, con la que tengo las mejores relaciones. Ailí siempre ha estado muy identificada con sus hermanas”.
Después del 12 de septiembre de 1998, fecha en que se produjo la detención de los Cinco, sobrevino la incomunicación con Ramón durante 27 meses. ¿Cómo fue esta etapa?
“Años muy duros. La gente me preguntaba por él y yo decía que estaba bien, que mandaba cartas. En ese período hice varias cartas para sus hijas en nombre de Ramón, era necesario atenuar un poco la ausencia del padre, les explicaba que estaba complicado con el trabajo y que iba a demorar en regresar.”
Hasta el dos de enero del 2001…
“Sí. Ese día recibimos la primera llamada de Ramón después de 27 meses. A partir de ahí todo volvió a una normalidad entre comillas, teníamos la oportunidad de hablar por teléfono y de escribirnos. Cuenta René en una de sus cartas a la familia, que al finalizar esa llamada telefónica vio a Ramón con lágrimas en los ojos… era la primera vez que escuchaba la voz de Lisbet”.
¿Cómo es el contacto en prisión?“Ramón y sus cuatro hermanos constituyeron una fuerza muy grande para las familias, nunca expresan tristeza, amargura o dolor por la situación que están padeciendo, para que nadie se sienta culpable de nada.
“A las niñas las educó en el pensamiento de que, aunque Ramón no está todos los días, ese es su padre. Él les revierte el cariño en esas pocas visitas que le hacemos en prisión.
¿Cómo preparaste a esas niñas para el encuentro?
“Les decía cómo era una prisión, cómo comportarse, sin saber cuáles eran las medidas que nos iban a imponer. Para mí también era nuevo ver aquellos muros, las alambradas…, estaba impresionada. En el primer encuentro, Laurita lloró mucho, porque tenía otros recuerdos de su papá. Lisbet no, ella rechazó aquella imagen, él no se le parecía a las fotos, estaba como preguntándose: ¿este es mi papá?, yo le insistía, ‘es tu papá, corre abrázalo, bésalo’.
“Pero ella se puso delante de mí y empezó a empujarme hacia atrás. Al poco rato, le dije: ‘ve para que él te cargue, es tu papá’. Entonces, corrió, se abrazaron y él la cargó; se le aguaron los ojos. A Lisbet le tomó cuatro visitas poder identificarse con su padre.
“La política hostil de Estados Unidos hacia Cuba hace que algunos padres tengan la situación de Ramón y de sus cuatro hermanos. Llevamos 15 años de casados, 13 de ellos no los hemos vivido juntos. El amor y la comunicación hicieron posible superar tantos momentos difíciles.
“La palabra clave es el amor, que lo ha podido todo en estas circunstancias. Podrán imaginar las preguntas de amigas y no tan amigas, de familiares y no familiares, las insinuaciones. Nunca dudé del amor de Ramón.
“He sentido mucho que él no haya podido disfrutar de la infancia de sus hijas. Sacrificarse por su pueblo, arriesgar su propia vida, renunciar a los grandes momentos que se viven en familia por algo superior… Eso habla por sí solo de un héroe”.
(Entrevista conjunta con la periodista Ana Margarita González)
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