“Mientras no se repare la injusticia cometida contra mis hermanos sentenciados a cadena perpetua, poco me importan mis 19 años en prisión”. Magali Llort Ruiz se estremeció al escuchar esta confesión de su hijo, mas, si alguna duda sostenía, quedó desecha: “yo imaginaba a Fernando en otro tipo de trabajo de acuerdo con su graduación en la universidad, y fue una sorpresa muy grande saber lo que estaba haciendo.
“Me causó mucho dolor conocer su situación, una nunca se resigna a que su hijo esté pasando por malos momentos, sobre todo si vemos la dimensión y la connotación política que tiene este mal momento, mas siento orgullo de saber la actitud que asumió en su misión y la que mantiene después de haber tenido la desgracia de caer preso.
“Llevar la vida pública que me impone su condición actual es difícil, el tiempo casi no me alcanza, porque además de dedicarme a los quehaceres de la casa, de escribirle a Fernando, hay que hacer otras cosas relacionadas con la batalla por la liberación de nuestros hijos, para traerlos de regreso a Cuba.
“A veces pienso que hacemos poco por ellos, porque la verdad se abra paso. Imagínense lo que significa sentimentalmente para una madre: mi hijo cumplía misión en el exterior, y cuando pensaba que iba a regresar lo detuvieron...
“Algunas personas pudieran pensar que es fácil hablar de la vida de uno, de ellos y de lo que han pasado, pero esto lleva un desgarramiento interno. Indiscutiblemente tenemos que encontrarnos en reiteradas ocasiones con grupos de solidaridad que no tienen los detalles del caso, entonces tenemos que hacer retrospectiva y empezar a narrar cómo han sucedido los hechos, pero la lucha nos hace crecernos.
“No todas las emociones son producto del dolor, a veces viene de un niño que en la calle te dice: ‘¿usted no es la mamá de los Cinco?’, de un impedido físico que se pone de pie y te canta una décima, o de un compañero que en la guagua dice ‘pero como es posible que la mamá de un Héroe vaya parada’. Me da pena que las personas me vean como la heroína, y hasta le he dicho: ‘compañero por favor, el Héroe es mi hijo, yo puedo coger una guagua e ir de pie, no importa...
“Son muestras de cómo este pueblo reacciona, cómo está identificado con nuestra causa. Esas expresiones de la gente llegan profundo y van trabajando sobre tu estado de ánimo”.
¿Su carácter influyó en la formación de Fernando?
“Yo pienso que sí, hasta cierto punto. Mis hijos se criaron en un hogar donde la conducta era acorde con los principios de la Revolución: no se faltaba al trabajo, se asumían todas las tareas. A nuestros hijos les inculcamos los valores de la Revolución.
“La escuela también desempeñó ese papel, pero no puede ser ella sola la que cargue con el muchacho. Siempre estuve muy atenta de saber con quiénes andaban, de conocer a la familia de los amigos. La educación tiene que partir de la casa y del ejemplo cotidiano.”
¿Cómo está presente Fernando en su hogar?
“Está presente aunque no conoce esta casa. Como él siempre quiere saberlo todo le hicimos fotos de todas las habitaciones, de todos los rincones, y cuando le digo ‘Fernan, en Nicaragua me regalaron un cuadro precioso’, trato de pintárselo, le hago unos garabatos que nunca entenderá lo que es, porque tengo muy pocas dotes de dibujo y se lo mando, entonces me pregunta ‘¿en qué pared lo pusiste, en la que da para la cocina?`, mira tú si tienes que tenerlo presente las 24 horas del día. Cada vez que hago una cosa estoy pensando en él, en decírselo, porque le gusta, esa es la forma en que él siente que está compartiendo la vida diaria conmigo.”
Usted habla reiteradamente de las visitas a Fernando en la prisión, ¿va muchas veces a verlo?
“Hablo reiteradamente de las visitas, lo cual no quiere decir que lo visite reiteradamente. No podemos verlo cada vez que queremos, a pesar de tener sanciones tan altas, que conllevarían viajar durante mucho tiempo a Estados Unidos, pero la visa no nos la dan de forma múltiple, sino por 30 días y pasamos mucho trabajo para obtenerla. Tampoco quiere decir que estás los de 30 días viéndolo. En la cárcel de Fernando las visitas son de viernes a lunes, de ocho de la mañana a tres de la tarde, pero sólo tienes 35 horas en el mes.
“No lo ves tampoco esas horas, porque los trámites burocráticos son muy complicados y tienes que repetirlos cada vez que llegas a la prisión: llenar planillas, guardar tus objetos personales, pasar por un detector de metales, esperar que lo llamen por teléfono, que él salga..., y eso nos toma, a veces, más de una hora en cada visita.
“Tenemos otra dificultad: antes íbamos con los compañeros de la Oficina de Intereses en Washington, pero ahora tenemos que hacerlo solas, y las prisiones están muy apartadas de las ciudades y estás sujeta a que un taxi te lleve y te recoja.
“Pero, cuando él sale por aquella puerta... viene a darte un abrazo enorme. Las visitas son un recuento de todo, es una confesión constante de él conmigo y viceversa. Nos pasamos todo el tiempo hablando, haciendo cuentos. Fernando se ríe, hay cosas que yo las voy apuntando para decírselo cuando vaya personalmente, me place verlo carcajearse, la gente nos mira y dirá: este está loco.”
Fernando es un hombre de situaciones difíciles, arriesgó su vida en tierras africanas, combatió el terrorismo dentro de Estados Unidos ¿Cómo Magali se sobrepone a ello?
“Una analiza las necesidades que tiene el país y lo que hay que enfrentar en su momento, entonces dejas atrás cualquier sentimiento personal y el egoísmo. Es cierto que esta situación me perjudica a mí pero, ¿a cuánta gente beneficia?. Tienes que pensar en privilegiar los intereses colectivos, los de la humanidad.
“Podrán imaginar que para mí fue durísimo cuando él me dijo que se iba a cumplir misión internacionalista a Angola. Pero, cuando una tiene convicciones, cuando se ven las necesidades, hay que desprenderse del yo, ponerse dura y pensar cuál es el camino correcto por el que tienes que transitar y tomar decisiones. Estoy rodeada de muchas personas que me respaldan, los que están en la situación difícil son ellos y hay que apoyarlos.”
¿Alguna vez pensó en viajar a los EE.UU.?
“Jamás en mi vida, a pesar de que casi toda mi familia se fue del país.”
¿Qué siente al tener que hacerlo en estas condiciones?
“Es muy difícil, pero lo que más me reconforta es saber que voy a ver a Fernando. Por otro lado, tienes la posibilidad de conocer gente de ese pueblo con un corazón de oro, no todo el mundo sabe que en ese sistema, en ese país, hay gente muy identificada con esta causa, y uno cuenta con el apoyo de ellos, eso es muy importante.”
¿Ha sentido alguna vez el temor de perder a su hijo?
“Eso le sucede a todas las madres, y no ayuda. Tenemos que buscar el lado más optimista de la vida, aunque estemos sufriendo y dolidas por lo que está sucediendo, siempre hay que pensar que vendrá el momento en que las cosas se esclarezcan, que la verdad salga a relucir, y prepararse para, si esa verdad no sale a relucir, seguir luchando. El enemigo hará todo lo posible por vencernos, pero nunca me van a vencer.”
Existe una relación muy estrecha entre usted y Fernando. ¿Las hermanas no se celan de eso?
“De las dos hermanas, Lourdes es la más celosa. Recuerdo que cuando estaban becados les guardaba todo lo que compraba, lo que venía a la bodega, pero el celo era por Fernandito; su pase era el más prolongado, ellas venían todos los fines de semana, por supuesto cuando él llegaba tenía más cosas, y siempre Lourdes se quejaba diciendo “como tiene cosas Fernando’. En el fondo lo que prima es el amor, el orgullo y la admiración que ellas sienten por su hermano.”
¿Qué le disgusta a Magali de Fernando?
“Es muy matraquilloso, pero no tiene un sello, algo específico que te pueda decir que me moleste, a no ser que me diga ‘Magali’, eso me cae malísimamente mal.”
¿Se lo dice por ironía o por mortificarla?
“No, es que a veces estamos hablando, pero cuando yo lo interrumpo o él quiere seguir en su idea, me dice: ‘Magali te estoy diciendo...’, y me lo dice como si fuera un maestro que me está regañando.”
¿Cómo se adentra Magali en la tercera edad?
“Quiero ir a la Universidad del Adulto Mayor, deseo meterme en eso del Parche, donde se hacen trabajos de costura, es un ejercicio sano para la mente, una forma de incorporarme a otras tareas, pero es imposible, porque todos los días no dispongo de las mismas horas para todas las cosas. También estoy embullada con el Club de los 120 años, a lo mejor yo no llegue, pero eso me dice que la tercera edad pasa a ser casi la mitad de la vida de una persona, ya no es la última fase. Yo lo único que quisiera es tener salud para disfrutar lo que todos queremos ...”
...¿el regreso?
“Varias veces he pensado en el regreso, pero lo dejo a la mitad, es como si estuvieras embarazada y tuvieras un antojo de algo que no pudieras comer. Entonces, cuando lo pienso, digo no, tengo que seguir mirando qué es lo que tengo que hacer ahora, y no disfrutar por adelantado lo que ha de llegar en su momento.”
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